ALGO MAS QUE PALABRAS
ALGO MÁS QUE PALABRAS
LA SED EN NUESTROS
CORAZONES
“El afecto suele estar
perdido y, por ende, la felicidad también”.
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Víctor
CORCOBA HERRERO/ Escritor
corcoba@telefonica.net
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Ante esta atmósfera de
desconciertos, donde se mantienen las apariencias y se acrecienta el
soplo hipócrita, urge tener el valor de interrogarse así mismo, al
menos para poder revertirse de otros anhelos y calmar la innata sed
en nuestras entrañas. Es verdad que hemos evolucionado, pero aún no
hemos revolucionado nuestros interiores, con esa gran proclama hacia
lo auténtico, que es lo que verdaderamente nos sacia hasta
trascendernos, en un pasional encendido de la voluntad en gozo. Hay
demasiado sufrimiento en el mundo. Apenas hay cariño entre análogos.
Todo lo confundimos y lo mezclamos de intereses mundanos. Activamos
el mercado en vez de impulsar el encuentro. Olvidamos que la
genialidad interna de cada cual tiene razones que la razón
desconoce. Allá cada cual con su don y su manera de utilizar la
gracia, al menos para dejarnos observar y sentir por lo innato de la
legislación natural.
Lo cierto es que revivimos
contiendas en lugar de recapitular sueños. Por desgracia, a
demasiados hogares el timbre de la alegría no llega ni por Navidad.
Todo es división y soledad. Apenas nos escuchamos unos a otros.
Tampoco solemos acariciarnos con la mirada. El afecto suele estar
perdido y, por ende, la felicidad también. Ojalá este espíritu
fraterno, que hoy lo tenemos abandonado, volviese con la escena de la
Natividad, cada día más representada con carácter comercial y
menos experimentada, en su virtud de acercamiento, entre los
moradores. A lo mejor tenemos que mejorar la conciencia y tomar como
propósito estar más cerca de la naturaleza, poner más reposo y
júbilo en lo que hacemos, situarse en servir mejor, con otro
carácter más dulce y alegre, que nos haga más vivos y también más
humanos. Vengan a nosotros, pues, esos latidos armónicos, y gocemos
de esa visión de ver una fiesta por todos los rincones.
Realmente, nos puede la egoísta
ambición mundana, en vez de ahondar en esos momentos de nuestras
vidas en los que experimentamos la emoción por vivir y donarse.
Claro, para eso, también hay que saber perdonar y perdonarse. Quizás
tengamos que volver a sentir y a tocar nuestros sentimientos más
profundos, pues será un buen modo de rectificar caminos, dejándonos
acompañar por quienes habitan justo al lado, algunos en la sombra
del sufrimiento a la espera de una sonrisa nuestra. Justamente, son
estos gestos de generosidad, los que nos hacen entregarlo todo al
presente para construir un futuro más de todos para todos, no de
todos para algunos. El día que esto suceda, nuestras vísceras se
encontrarán repletas de gozo, con ese buen hacer de entrega a los
demás, pues es la voluntad de querer ese cambio, lo que francamente
nos transforma existencialmente.
Por eso, creo que tan
importante como aprovechar las oportunidades que se nos presentan, es
la de dejarse ayudar. Estamos ausentes de tantas motivaciones, que
será bueno impulsar la gran revuelta de la ternura. Jamás perdamos
ese niño que todos llevamos consigo a pesar de los años vividos.
Abramos nuestros órganos y dejémonos asombrar por la mística de
las madrugadas y las noches. Aprendamos a convivir unos con otros. No
nos encerremos en nosotros, nuestro aliento mejora cuando todo se
comparte. El lenguaje de las formas nada sirve sino va acompañado de
un buen fondo, que en realidad es lo que nos hace crecer en la
belleza. De lo contrario, nos hundimos en la desesperación, porque
lo que trae alegría a nuestros interiores, y no se desgasta con el
paso del tiempo, es precisamente ese afán por unirse y reunirse, sin
otro interés que el poder acompañarnos.
Sea como fuere, cada cual
camina como lo hace su corazón. Ojalá no lo destrocemos,
seguramente entonces habremos vivido los talentos al servicio de la
verdad. Las falsedades nos trastornan, en la medida que pensamos
justamente lo contrario de lo que decimos, y esto acaba por
destruirnos a nosotros mismos. Ya está bien de dejarnos eclipsar por
la mentira. Sin duda, es tiempo de aclarar rumbos y acciones, de
poner de manifiesto el vínculo que nos hermana, de que los diversos
gobiernos de los Estados presten más oído a las protestas
mundiales, las tomen en serio, y hagan frente a tantas desigualdades
injustas. Se nos parte el alma de que a veces la ayuda humanitaria no
llegue a sus verdaderos destinatarios. Por otra parte, cuesta
entender ese desprecio continuo por los derechos humanos.
En cualquier caso, tampoco
podemos caer en el desaliento, tenemos que continuar sumando voces,
ofreciendo latidos que nos fraternicen, celebrando abecedarios que
nos concilien. Se me ocurre pensar en lo que rememora Gabriela
Badillo, creadora de “68 voces, 68 corazones”, un proyecto sin
fines de lucro que intenta retratar las 68 agrupaciones lingüísticas
indígenas de México, en animaciones de cuentos y relatos
tradicionales, uno por cada lengua. Son, de veras, estos movimientos
diversos los que nos abren hacia otras identidades y herencias que
también nos aportan esperanza. Por consiguiente, nadie puede
sentirse en un mundo globalizado extranjero. Al fin, somos
conciudadanos y la puesta del esfuerzo en común, es nuestro mejor
aliado armónico. Sin duda, esta diversidad de ánimos es lo que nos
lleva hacia adelante y nos hace caminar. De ahí, que seamos gentes
en camino perpetuo, lo que nos exige el cultivo del abrazo
permanente; pues no hay mejor dicha que la de quererse. Quien así lo
hace, perdura en esa fuente de vida con su inolvidable rostro en paz,
al haber sabido amar, el amor de amar. El rastro será eterno porque
nos enternecerá como ese Niño que resultó ser Dios.
Víctor CORCOBA HERRERO /
Escritor
corcoba@telefonica.net
15 de diciembre de 2019